El Espectro
By María Negroni
Fragmento de Galería Fantástica
Premio Internacional de Ensayo 2009 Siglo XXI Editores
En el escenario hay una decena de músicos, dos o tres objetos para una escenografía mínima, y una soprano que sólo a veces canta (si a eso se le puede llamar cantar). También los instrumentos parecen asmáticos. De ellos salen notas que tienen la forma del viento o el calor del río o la música de los animales. El tiempo se ha detenido. O bien, algo está tratando de abrirse paso, de encontrar un nombre impronunciable (verdadero) para aludir a los fantasmas de un escritor acicateado por la creación y la muerte. Todo lo que puede decirse de Horacio Quiroga, me parece, está dicho en esta ópera, donde la fantasía y el terror y la precariedad absoluta de la condición humana no dejan por un instante de escucharse en la sorda respiración de un bandoneón.
El compositor argentino Marcelo Toledo, autor de la música y la puesta en escena, eligió como estructura de su propuesta una cromática. Quiero decir, los cuadros o “actos”, que pueden o no coincidir con episodios biográficos, se identifican por el color: hay una selva azul, una negra, una blanca, una roja, etc. Lo más sutil, sin embargo, es la decisión de reunir ese aquelarre tonal bajo el título de “La selva interior”. ¿Qué otra cosa es, si no, esa melodía ausente que, justamente gracias a esa ausencia, se enrosca sobre sí misma y se complejiza a cada instante, como un matorral de instintos o una maleza librada a los sentimientos? Quiroga queda así exonerado del deber del exotismo, y aparece iluminado por su propia oscuridad. Es posible leerlo como el despliegue vital que fue en verdad: el hombre que remontaba ríos se reconcilia con el viajero deslumbrado por la Exposición Universal de París, el conocedor del paisaje elemental con el lector empedernido, el refugiado en un exilio exuberante con el admirador de los avances científicos y técnicos del siglo.
-MN